jueves, 24 de noviembre de 2016

Here There And Everywhere 22/11/2016

Fui a ver el concierto sin haber querido leer el programa. No quería crearme ninguna expectativa, quería sorprenderme. Y la verdad es que me sorprendí. Gerónimo Rauch siempre suena mejor en directo que en un CD, aunque parezca mentira. Aunque hayas escuchado el CD y te haya parecido de una perfección exquisita, lo verás en directo y alucinarás. Yo llevo ocho años viéndolo y cada día me maravilla más. Me pareció que hizo un gran espectáculo. A parte de la calidad de los músicos que son unos auténticos fuera de serie, y a parte de la calidad extraordinaria y sobre humana de Gerónimo,fue un espectáculo muy bien conducido, sabiendo mezclar a la perfección canciones lentas con otras con más fuerza para que el público no cayera en apatía. Al principio el público fue un poco frío, quizás más bien tímido, que se fue abriendo poco a poco, pero después de interpretar "La tabernera del puerto" se quitaron las ataduras por completo y vibraron al ritmo de cada nota, poniéndose en pié en multitud de ocasiones y causando muchas ovaciones, bravos y vítores. Sin duda Getsemaní fue la canción que despertó más pasiones entre los asistentes y la que, en mi opinión, se llevó la mayor ovación de la noche. ¡La mía desde luego!. Vi a un Gerónimo diferente al que estábamos acostumbrados de los musicales, por supuesto, pero también muy diferente de cuando actuaba en Póker de voces, por ejemplo, lo vi más cómo... más él. Lo vi disfrutar como nunca lo había visto disfrutar antes encima de un escenario. Habían momentos en los que el cuerpo se le movía solo, ¡bailaba!, le salía la alegría por cada poro de su piel. Creo que fue en "I Want to Hold Your Hand", donde le llegó a salir una vena negrata maravillosa, de esas de chasqueo de dedos y movimiento de cabeza y cuerpo, con mucho flow. Increíble, no? Para mi sí, no había visto hacer algo similar nunca. Y bailó, sí sí, ¡se le iba el cuerpo sólo!. Disfrutabas viéndole a él disfrutar. De Gerónimo que voy a decir que no haya dicho nunca... Qué me fascinó? Qué me maravilló? Qué me hizo emocionar hasta las lágrimas? Pues sí, todo eso y mucho más. Me hace sentir tan pequeña, tan vulnerable, tan desnuda ante una voz tan inmensamente hermosa...que me rindo a sus pies. LLoré tanto que me tuve que sonar hasta los mocos...sé que esto que cuento no suena muy glamuroso, pero es que fue la realidad más absoluta. No solo me cayeron algunas lagrimas de emoción, es que lloré, lloré y mucho!. Me sentía tan privilegiada de estar ahí. Tan inmensamente feliz por poder escucharle. Yo estaba ahí, por fin, después de un año y pico sin verle en un escenario...¡¡Es que es lo que más me gusta escuchar en el mundo!! ¡Y los Beatles no me gustan, pero es que todo lo que canta este hombre, para mi, lo vuelve gloria!. Y me sabe un poco mal contar esto, porque siempre intento ser comedida y formal, no salirme de los límites, que yo misma me autoimpongo, e intento no parecer la típica fan histérica y boba, pero joder! ¡Cómo actuar en una situación así! Cuándo estás delante de una persona que admiras tantísimo, casi rozando la idolatría... Que la ves ahí, cantando a pocos metros de ti. Que la vibración de su voz está tan cerca de ti que hace vibrar tu propia caja torácica. No sé, intento comportarme con educación y respeto pero en el fondo me siento una quinciañera loca que grita muuuy fuerte por dentro. Qué más puedo decir... De Gerónimo Rauch me gusta hasta cuando se equivoca. Estoy inundada por el Efecto Rauch. Me sorprendo mirando a un punto en el infinito, recordando algún momento del día del concierto y cayéndome una lagrimilla de emoción. O sonriendo en plan "boba absoluta" recordando algo que me haya maravillado. He disfrutado cada segundo. Me siento inmensamente feliz. Lo juro. Y lo juro con lágrimas, porque no puedo parar de llorar desde el Martes. Lágrimas de las buenas, de las de alegría máxima. Porque cuando digo que Gerónimo remueve cosas en mi interior como nadie lo ha hecho jamás es una verdad como un templo, y cuando digo que me toca el alma también. Hay cosas muy duras en esta vida, pero gracias al cielo tengo la voz de Gerónimo Rauch para acunar a mi alma cuando está dolorida. No me puedo imaginar mi mundo sin escuchar de fondo a Gerónimo Rauch. Es el hilo musical de mi vida. ¡GRACIAS POR TANTO!

Rosa.

domingo, 8 de enero de 2012

Fábulas que te tocan el corazón: Por qué gritan las personas?

¿Por qué gritan las personas?
Un día Meher Baba preguntó a sus mandalíes lo siguiente: ¿por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los hombres pensaron unos momentos:
porque perdemos la calma, dijo uno, por eso gritamos.
Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? preguntó Meher Baba; ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿por qué gritas a una persona cuando estás enojado?. Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía a Meher Baba.
Finalmente él explicó:
Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.
Luego Meher Baba preguntó:
¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran?
Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente… ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. Meher Baba continuó: -Cuando se enamoran aún más ¿Qué sucede? No hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente sus corazones están tan cerca, que no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo.
Así es ¡cuán cerca están dos personas cuando se aman!
Luego Meher Baba dijo:
Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, llegará un día en que la distancia sea tanta que no encontrarán más el camino de regreso.

Autor: Anonimo.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La belleza no reside en la perfección, sino en todas esas pequeñitas imperfecciones que te hacen único

sábado, 19 de noviembre de 2011

Domingo 30 de Noviembre del 2008

Domingo 30 de Noviembre del 2008. Para la mayoría fue un día cualquiera, en cualquier lugar. Para mí fue un día, una hora, un lugar y un momento que se me quedó grabado para siempre.
Traspasando el cuerpo, piel, fibras, carne, músculos, venas, hasta llegar y adentrarse, en la caja que bombea nuestra vida. Ahí está ese momento, en ese lugar dónde se guardan los grandes recuerdos.
Es curioso cómo te sorprende la vida, como, sin imaginarlo, tiene un regalo aguardando para ti, cuando menos te los esperas, te lo da y en ese instante notas como te cambia la vida.
Cada uno tenemos una manera diferente, de entender nuestra existencia. Tenemos distintos valores y nuestras balanzas se inclinan más, hacia un lado o hacia el otro. Con esto quiero decir que, a algunos les puede cambiar la vida un consejo, a otros una frase, un suceso o una idea. A mí me la cambió un sonido.
Estaba pasando por un momento tremendo en mi vida. La vida siempre se ha empeñado en ponerme las cosas difíciles y hay veces, en que sientes que ya no puedes más. Me sentía agotada de pelear con el mundo.
Llegó el Domingo 30 de Noviembre del 2008. Por un sinfín de casualidades o causalidades, había comprado cuatro entradas para ver un musical. No tenía ganas de salir de casa, no me apetecía ver nada, mucho menos a nadie y no me gustaban los musicales. Pero allí estaba yo, sentada en el palco de aquel teatro, pensando en que quería que acabara pronto, para irme a casa.
Me sentía vacía en aquella butaca. Vacía, fría y distante. Llevaba puesta “la coraza” (pieza fundamental que protege mi “yo” más frágil, que se esconde acurrucado y tembloroso, en algún lugar dentro de mí misma)
Se apagan las luces. Con los primeros compases, el telón comienza a subir lentamente y se vislumbra una imagen, entre tinieblas y sombras. Solo se oye el lamento de una guitarra y el sonido de su respiración. El personaje, que cubre su rostro con una capucha, se balancea hacia delante y hacia atrás. Parece como si quisiera mecer su propia alma desconcertada. BOOM!! Sentí un impacto visual que me hizo abrir los ojos de par en par –Qué es esto? Me pregunté. Sentí que algo dentro de mí conectaba con aquella visión sobrecogedora. Comenzaba, Jesucristo Supertar.
Y Jesús cantó. Cantó, y sentí como el cielo se abría ante mis propios ojos. Noté como, ante toda comprensión, mi coraza iba resquebrajándose con cada nota que salía de su boca, hasta que no quedó más que polvo en mis pies. Pude sentir como iba desvaneciéndose todo el peso, que había llevado encima de mí todo ese tiempo. Las lágrimas brotaban de mis ojos a borbotones, deseando salir, deseando huir, por fin habían encontrado una salida, por fin eran libres, por fin me dejaban libre. Sentía como disminuía el peso, la presión, por fin empezaba a respirar.
Y lloraba y respiraba y reía y temblaba y estaba perpleja y atónita y emocionada y todo y nada y… yo qué sé!
No sé cómo describir aquella anoche, aquel momento. Cómo describir aquello… Cómo describir ese sonido… Cómo osar, siquiera, intentando explicarlo!
Los grandes maestros, siempre encuentran palabras para poder explicar los momentos, que no somos capaces de hacer entender los que no somos diestros con ellas. Sentía el síndrome Stendhal ( Enfermedad que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones, cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en grandes cantidades en un mismo lugar)
Lo que ocurrió aquella noche no lo puedo explicar, lo único que sé, es que algo cambió en mí. Note un “click” en mi interior, una sintonía, una conexión, una felicidad extrema. Pocas veces he sentido una felicidad tan completa, tan limpia. Una felicidad perfecta. Perfecta porque sabes que nunca va a cambiar, siempre va a ser igual, no va a haber nada que la pueda empañar, siempre será pura. Supe, sin lugar a dudas, que seguiría a cualquier parte a aquella voz, que había acabado con las sombras que envolvían mi alma.
Ese día di las gracias al cielo por estar viva. Por algo así merecía vivir! Di las gracias a mis sentidos, mis ojos y mis oídos, que me habían dejado disfrutar de aquel prodigio. Y volví a llorar y volví a reír sin motivo, pero sabiendo muy bien el por qué, sentía, lo que yo llamo, “El Efecto Rauch”. Realmente me sentía libre. Aquella voz tan dulce, me había limpiado por dentro.
El próximo día 30, se cumplen 3 años de aquel primer “Efecto Rauch”. Muchos vinieron después y espero que mucho más vendrán, pero igual de intensos, igual de puros e igual de extraordinarios. Este es mi homenaje.
Sé que nunca podré compensar con ninguno de mis actos, todo el bien que hizo, hace y hará por mí, sin saberlo, pero nunca se lo podré agradecer suficientemente, como para poder sentirme en paz con él, sin embargo, siempre me sentiré en deuda.
Aquella voz tiene un cuerpo y ese cuerpo tiene un nombre, Gerónimo Rauch. No olvides nunca ese nombre, tú que me lees. Si no le conoces búscalo. Si no lo has oído, escúchalo, si no lo has visto, míralo.
Darte las gracias es poco. Así que, te doy mi apoyo incondicional, mi amistad sincera y todo mi cariño. No tengo nada más grande, ni más puro que eso. GRACIAS.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Hubo un tiempo en el que escribía poesía, pero eso fue cuando aún creía en los sueños.

Hubo un tiempo en el que escribía poesía, pero eso fue cuando aún creía en los sueños. En la época en la que podía pasarme una tarde, con la cabeza descansando en mis dedos índice y corazón. Dejando a mi mente volar entre colores, sabores, momentos, caricias, brisas, aromas,...

Cuando el brillo de las estrellas servía, para iluminar mi propia alma. Cuando un sonrisa valía para alegrarme la vida. Cuando una caricia calentaba mi piel. Cuando un carcajada hacía vibrar mi pecho. Cuando cualquier sueño deseaba nacer, para vivir entre mis pensamientos, para siempre.
Momentos de fe en una felicidad utópica, que se resistió hasta los límites, para no hacerse real.
Pichochos que no quisieron ser humanos. Gepettos martirizados por sus sueños inalcanzables. Hadas sin varitas mágicas.
Aún se pueden oír, en mi pecho, los ecos de aquellos sueños. Se lamentan, lloran y gimen, pero ya nadie les escucha.
Hubo un tiempo en que soñaba con soñar, en el que vivía soñando y soñaba viviendo. Hubo un tiempo en el que soñé, con una vida que no quiso hacerse realidad.
Hubo un tiempo en el que creí que todo sería posible. Hubo un tiempo...
Hubo un tiempo en el que escribía poesía, pero eso fue cuando aún creía en los sueños.