sábado, 19 de noviembre de 2011

Domingo 30 de Noviembre del 2008

Domingo 30 de Noviembre del 2008. Para la mayoría fue un día cualquiera, en cualquier lugar. Para mí fue un día, una hora, un lugar y un momento que se me quedó grabado para siempre.
Traspasando el cuerpo, piel, fibras, carne, músculos, venas, hasta llegar y adentrarse, en la caja que bombea nuestra vida. Ahí está ese momento, en ese lugar dónde se guardan los grandes recuerdos.
Es curioso cómo te sorprende la vida, como, sin imaginarlo, tiene un regalo aguardando para ti, cuando menos te los esperas, te lo da y en ese instante notas como te cambia la vida.
Cada uno tenemos una manera diferente, de entender nuestra existencia. Tenemos distintos valores y nuestras balanzas se inclinan más, hacia un lado o hacia el otro. Con esto quiero decir que, a algunos les puede cambiar la vida un consejo, a otros una frase, un suceso o una idea. A mí me la cambió un sonido.
Estaba pasando por un momento tremendo en mi vida. La vida siempre se ha empeñado en ponerme las cosas difíciles y hay veces, en que sientes que ya no puedes más. Me sentía agotada de pelear con el mundo.
Llegó el Domingo 30 de Noviembre del 2008. Por un sinfín de casualidades o causalidades, había comprado cuatro entradas para ver un musical. No tenía ganas de salir de casa, no me apetecía ver nada, mucho menos a nadie y no me gustaban los musicales. Pero allí estaba yo, sentada en el palco de aquel teatro, pensando en que quería que acabara pronto, para irme a casa.
Me sentía vacía en aquella butaca. Vacía, fría y distante. Llevaba puesta “la coraza” (pieza fundamental que protege mi “yo” más frágil, que se esconde acurrucado y tembloroso, en algún lugar dentro de mí misma)
Se apagan las luces. Con los primeros compases, el telón comienza a subir lentamente y se vislumbra una imagen, entre tinieblas y sombras. Solo se oye el lamento de una guitarra y el sonido de su respiración. El personaje, que cubre su rostro con una capucha, se balancea hacia delante y hacia atrás. Parece como si quisiera mecer su propia alma desconcertada. BOOM!! Sentí un impacto visual que me hizo abrir los ojos de par en par –Qué es esto? Me pregunté. Sentí que algo dentro de mí conectaba con aquella visión sobrecogedora. Comenzaba, Jesucristo Supertar.
Y Jesús cantó. Cantó, y sentí como el cielo se abría ante mis propios ojos. Noté como, ante toda comprensión, mi coraza iba resquebrajándose con cada nota que salía de su boca, hasta que no quedó más que polvo en mis pies. Pude sentir como iba desvaneciéndose todo el peso, que había llevado encima de mí todo ese tiempo. Las lágrimas brotaban de mis ojos a borbotones, deseando salir, deseando huir, por fin habían encontrado una salida, por fin eran libres, por fin me dejaban libre. Sentía como disminuía el peso, la presión, por fin empezaba a respirar.
Y lloraba y respiraba y reía y temblaba y estaba perpleja y atónita y emocionada y todo y nada y… yo qué sé!
No sé cómo describir aquella anoche, aquel momento. Cómo describir aquello… Cómo describir ese sonido… Cómo osar, siquiera, intentando explicarlo!
Los grandes maestros, siempre encuentran palabras para poder explicar los momentos, que no somos capaces de hacer entender los que no somos diestros con ellas. Sentía el síndrome Stendhal ( Enfermedad que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones, cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en grandes cantidades en un mismo lugar)
Lo que ocurrió aquella noche no lo puedo explicar, lo único que sé, es que algo cambió en mí. Note un “click” en mi interior, una sintonía, una conexión, una felicidad extrema. Pocas veces he sentido una felicidad tan completa, tan limpia. Una felicidad perfecta. Perfecta porque sabes que nunca va a cambiar, siempre va a ser igual, no va a haber nada que la pueda empañar, siempre será pura. Supe, sin lugar a dudas, que seguiría a cualquier parte a aquella voz, que había acabado con las sombras que envolvían mi alma.
Ese día di las gracias al cielo por estar viva. Por algo así merecía vivir! Di las gracias a mis sentidos, mis ojos y mis oídos, que me habían dejado disfrutar de aquel prodigio. Y volví a llorar y volví a reír sin motivo, pero sabiendo muy bien el por qué, sentía, lo que yo llamo, “El Efecto Rauch”. Realmente me sentía libre. Aquella voz tan dulce, me había limpiado por dentro.
El próximo día 30, se cumplen 3 años de aquel primer “Efecto Rauch”. Muchos vinieron después y espero que mucho más vendrán, pero igual de intensos, igual de puros e igual de extraordinarios. Este es mi homenaje.
Sé que nunca podré compensar con ninguno de mis actos, todo el bien que hizo, hace y hará por mí, sin saberlo, pero nunca se lo podré agradecer suficientemente, como para poder sentirme en paz con él, sin embargo, siempre me sentiré en deuda.
Aquella voz tiene un cuerpo y ese cuerpo tiene un nombre, Gerónimo Rauch. No olvides nunca ese nombre, tú que me lees. Si no le conoces búscalo. Si no lo has oído, escúchalo, si no lo has visto, míralo.
Darte las gracias es poco. Así que, te doy mi apoyo incondicional, mi amistad sincera y todo mi cariño. No tengo nada más grande, ni más puro que eso. GRACIAS.

7 comentarios:

  1. Madre de Dios!. Increiblemente hermoso. A mi me paso lo mismo un 24 de julio de 2011, hace muy poquito. Lo peor es que me dí cuenta cuando Él empezó a cantar que yo había dejado de respirar.
    Saluditos

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  2. Muchas gracias Eternidad!!!
    Entiendo lo que dices, porque también me ha pasao jajajajaja
    Un besote

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  3. A mi me pasó lo mismo el diciembre del año pasado en madrid...lloré tanto que mi madre se empezó a preocupar. Hay veces que una sola voz puede llegar donde nada ha llegado antes. Sueño muchas noches que toco el piano y EL canta...y me vuelvo a levantar llorando....

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  4. La que has liado, compañera. No hace falta que diga más, verdad? Con un simple :) ya sabes lo que te digo...
    Besos

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  5. Se ha generado una preciosísima reacción en cadena *^_^*
    Estoy feliz!!!

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