miércoles, 10 de junio de 2009

Hermanas De Los Ancianos Desamparados, 1º parte

Monjas: dícese de aquella mujer que va vestida estilo Batman y no come ostias, si
no que las pega...

Queridísimas hermanas, queridísimas sores, queridísimas hijas de... la Virgen
María. Que sería muy virgen y muy pura, pero menudas hijas de puta tubo (la gran mayoría)
Empezaré diciendo que nunca he sido muy católica, ni muy creyente, pero nunca me
pareció mal que la gente lo fuera, soy devota de "haz lo que quieras siempre y
cuando no molestes ni intentes inculcar tus creencias a nadie"
Después de una serie de catastróficas desdichas laborales, acabé trabajando en
una asilo de ancianos.
Cuando traspasé aquel enorme portón, pareció que se abrían ante mi las
verdaderas puertas del cielo... suelo de mármol blanco (impoluto) mesas del siglo
19 adornadas con angelitos dorados y fotos de santos.
La imagen de la madre fundadora presidiendo la entrada, fastuosas sillas y cortinas
color rojo y oro...realmente ese sitio daba honor al nombre de la congregación que
lo llevaba, Las Hermanitas De Los ancianos Desamparados, supuestamente una
congregación pobre, totalmente al servicio de los ancianos. Ancianos desamparados
sí y pobres también, pero "las hermanitas" de pobres tenían poco.
La madre superiora que ejercía en ese momento se llamaba Madre Benedicta. La
madre pesaría al rededor de los 120 kilos (como todos los pobres, obviamente) y
era muy risueña. Las primeras palabras que me dirigió fueron "huy que gordita
estás!!! ya verás como en una semana trabajando aquí pierdes peso!!" Bien, debo
decir que las puestas del cielo se me cerraron de golpe, pegándome en todos los
morros, "ja ja ja que graciosa la vaca burra" pensé.
Me enseñó muy amablemente mis quehaceres laborales y me presento a Sor
Estrella (Sor Estrellá la llamaba yo), la monja que dirigía la sección de los hombres, donde yo iba a trabajar.
Al principio me pareció una batman muy maja, sonriente y amable, pero más tarde
me di cuenta de lo bien que llevaba puesto su disfraz.
Cierto era que trabajando allí se perdía peso, pero aparte de peso se perdía
personalidad, amor propio e incluso te ibas dejando poco a poco la vida.
Para Sor Estrellá mucho era poco y cuando te veía sudando como los cerdos y con
la lengua fuera te decía "bien, bien" pero haz esto también y lo otro y lo de más
allá, entre risitas. Disfrutaba viendo sufrir a los demás, pero que disfrutaba de
verdad, veías en ella una sonrisa de satisfacción fuera de lo normal.
Era como Dexter, una asesina que no dejaba rastro de sangre, pero que a simple
vista era una persona normal. Padecía trastornos de personalidad y al tiempo la
veías riendo, como que abría los ojos de par en par, tensaba el cuello y te miraba
con cara de ida. Era una mezcla entre Heidi y la niña del exorcista, igual te miraba
dulcemente, que retorcía la cabeza.
Pues esa era mi "jefa" Como nos tratara a los trabajadores me la traía al pairo, por
que yo terminaba mi jornada laboral y me iba para casa. Pero lo que realmente me
jodía era como trataba a los abuelitos.
De las mojas que vivían allí (unas 15) solo se salvaban tres, habían dos regulares y
una... que no parecía monja.
Las dos regulares eran Sor Rosa, una mujer mayor que iba a su puñetera bola. No
iba nunca a misa, pasaba de lo que le decían las demás y lo que la salva es que
solo se dedicaba a cuidar de los ancianos de la enfermería. Una vez hablando con
ella me dijo "Yo no sé si hay Dios o si existe el cielo, nadie de los que se han ido han vuelto para contármelo" Grandes palabras aquellas sí, pero no son palabras de una creyente y mucho menos de una monja, no? Pero hacía el bien y yo la
respetaba por eso.
La otra regular Sor Blanca, encargada de la cocina, estaba tan amargada de estar
en ese asilo que ella misma era un demonio. Un día se le cruzaron los cables, me
cogió por el cuello y me estampó contra la pared, tal cual, el por qué, ni me
acuerdo. Pero de lo que si me acuerdo y por lo que le he dado el rango de regular,
es por que más tarde vino en mi busca para disculparse y entre otras cosas me dijo
"Esto no es lo que a mi me habían enseñado Rosa. A mi me enseñaron que esto
debía de ser el cielo en la tierra para los ancianos...y no lo es, no lo es"
Me contó las envidias que había entre las monjas, lo mal que se portaban unas con
otras, aunque delante de nosotras se gastaran bromas y se llevaran chupi guay, en
el fondo todas se odiaban. Que cada una era más trepa, que todas le lamían el
culo a la madre superiora para subir en el escalafón y que eso era un negocio y no
un asilo de ancianos. No sé que llegó a decir Sor Blanca o lo que llegó a hacer,
pero la cuestión es que le pusieron la maleta en la calle y la tiraron del asilo.
La monja que no parecía monja, Sor Ángeles, 32 años. Salía a la calle con su abito,
una bandolera y sus gafas Ray-ban, ahí es na!! era la sor moderna. Una tipa
simpatiquísima, majísima, buenísima, era la monja guay.
Un día empezó a llamarme a gritos que fuera donde estaba ella a toda prisa,
llegué corriendo, me encerró en un cuartito y me dijo entre risas y en voz baja "Me
acaban de regalar una botella de licor de bellota, vamos a probarla!!!"
Como digo era una monja guay guay pero guay del paraguay jajajajaj y entre sus
frases de monja me impactó una de un día que estaba lloviendo "mira, los
angelitos están meando!!!"
Sor Ángeles era demasiado guay para ser monja, todos los sabíamos, solo faltaba
que ella se diera cuenta. Un día hizo las maletas y se fue del asilo a vivir una vida mucho mejor. Nuestro regalo...lencería negra con encajes, para que se estrenara en condiciones *^_^*
Con lo cual de las quince (por que llegaron dos sustitutas más) solo quedó una
regular y las demás unas malas guarras.
Para desayunar ellas comían bollos recién hechos, tostadas con mermelada y
mantequilla, café con leche, zumos,...
Los abuelos desayunaban medio paquete de galletas y un café con leche.Al
principio comían también tostadas, pero las monjitas decidieron que eso era mucho
gasto y se quedaron solo con las galletas. Todos los días. Todos los puñeteros
días, medio paquetito de galletas.
A la hora de la comida ellas comían marisco, entrecots de ternera y bebían vino del
mejor, de postre pedían cosas que estuvieran recién hechas, tartas, panes de
calatraba, arroz con leche...
Mientras que los abuelos (unos 120 eran) comían sopa de lluvia, tortillas francesas,
pechugas de pollo empanadas, cocidos con un pollo y un saco de pastillas de
avecrem y cosas por el estilo y de postre...algo de fruta si había y si no...nada.
La merienda...
La cena... idem de lo mismo.
Nosotras veíamos como se podría la fruta en los armarios, como tiraban cajas y
cajas de danones (de estrangis) caducados, como las regalaban a sus amigotes o
familiares, las cosas que le donaba la gente para que los abuelos se las comieran.
...
Esto va para largo así que os dejo esto para ir abriendo boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario